|
|
|||||
|
+ Fotos en su web
|
Norberto –“Tito”- López, que había dirigido anteriormente el cortometraje “La mirada del ángel” (1998), famoso por haber contado con la interpretación de la ilustre Leticia Ortiz Rocasolano (¡ ¿? !), revelador detalle que a buen seguro me disculpará si nos atenemos a las bondades que expondré acerca del film analizado, su debut como director de largometraje, un psychothriller policiaco, con guión de Jorge Guerricaechevarría, habitual en la filmografía de Alex de la Iglesia, adaptación de la novela “Los otros” de Javier García Sánchez, supone un acercamiento más al subgénero de cine de fantasmas. La reapertura del caso de la extraña desaparición de un tal Barreiros es el mac-guffin o pretexto fílmico que pone a Juan (Carmelo Gómez), un investigador de la policía, en la pista del trabajo que tiempo atrás fue desarrollado por un colega suyo, Medina (Karra Elejalde), ahora internado en un psiquiátrico, acerca de las desapariciones de personas que año a año se producen sin dejar rastro, mientras duermen o cualquier otra circunstancia, lo que le sume en un abismo de misterio, levanta antiguas ampollas como la desaparición de su hermana pequeña siendo ambos niños en similares circunstancias, colocándole al borde de la locura como a su antecesor. Nos miran no figurará en el hit parade de los goremaniacos ni los amantes de los más “hard-boiled” blockbusters, de hecho su estreno comercial creo recordar pasó desapercibido en la cartelera veraniega. Predomina en ella el tratamiento psicológico de elementos fantásticos y escasean, por el contrario, los momentos de puro horror, nada de sustos fáciles, prácticamente inexistentes. La trama se fundamenta en las reacciones emocionales y los conflictos interpersonales que la aparición de lo extraño ocasiona. A medida que el misterio, bien administrado, que rodea la investigación de Juan se va haciendo más obvio, la evolución de su personaje, entre el voyeur (que contempla a su mujer charlando con su mejor amigo) obsesionado con su trabajo y el zombi incomprendido por todos, incluso por Julia, su mujer (Iciar Bollaín) que vaga por los soportales de un Madrid difuso, por el andén del metro, vislumbrando la certidumbre del misterio al que se enfrenta, un dramático encuentro con su pasado y el peligro inminente de los suyos. Una fotografía de tonalidad fría así como los escenarios elegidos, más propios del cine negro, la sobriedad de las dependencias policiales y el hogar familiar así como las noches invernales y la ciudad gris donde sólo la habitación de los hijos de Juan, Laura y Alex (Carolina Petterson y Manuel Lozano, respectivamente) es el contrapunto. Los momentos más claramente fantásticos como son los recuerdos de infancia de Juan y de la desaparición de su hermana pequeña aparecen fotografiados en un tono glacial con escasa saturación de color próximos al blanco y negro, y la secuencia de persecución callejera de los otros se resuelven con figuras desenfocadas de éstos o imágenes difusas apenas reflejadas. En este sentido, buenos detalles son el hallazgo de un desaparecido en una grabación de video donde atraviesa físicamente los cuerpos de los demás transeúntes o las sombras apenas vislumbradas de los otros acompañando a Juan por los solitarios pasillos del metro, vívida imagen del misterioso túnel en que se va adentrando. Escenas que brillan por su simplicidad. Tal es la contención del film, puesta de manifiesto en la escena de suspense de la niña columpiándose en la terraza al borde del precipicio donde el clímax de la secuencia se resuelve con el corte de montaje a otra secuencia. En cuanto a las interpretaciones, destaca la de Carmelo Gómez, importante porque vertebra el film, consiguiendo un buen equilibrio entre contención y viaje a los extremos de la locura pero sin llegar al paroxismo propio de estas lides que hubiera lastrado la valoración final de su actuación. El resto del elenco está formado por personajes de sobra conocidos del panorama nacional como Iciar Bollaín, secundarios como el asistente de Juan, interpretado por Paco Algora; el cura, por Roberto Álvarez, la madre de Juan, Luisa, a quien da vida la legendaria Margarita Lozano, incluso Alex, el hijo de Juan, interpretado por el omnipresente Manuel Lozano, quizás un elenco impropio de un film de estas características, lo que en mi opinión no engrandece un film como este de bajo presupuesto, aunque esto mas que una virtud sea una condición usual de nuestro cine. Si bien se le puede achacar cierta endeblez guionística así como las deficiencias de casting apuntadas, Nos miran nos deja un regusto de amarga fantasía más sólido que recientes incursiones del fantaterror nacional en similares territorios de temática fantasmal, estoy pensando en las coetáneas "Darkness" de Jaume Balagueró, otro thriller lastrado por sus guiños evidentes al fácil y comercial cine yanqui, muy inferior a su debut en Los sin nombre, o a Los otros de Alejandro Amenábar, más pretendidamente gótico sin renunciar al tono comercial. En este sentido, Nos miran, sin ser una obra notable, sí es una disfrutable y correcta película más en la línea de un fantaterror con vocación autóctona como fue aquel otro debut "Memorias del ángel caído" (Fernando Cámara y David Alonso, 1997).
|
||||
|